Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido - Re - Fa sostenido - Mi - Do sostenido - Si - Fa sostenido - Re - Do sostenido.
Son las siete de la tarde del lunes 9 de marzo de 1970 en el salón de actos del Instituto Francés de Madrid. El pianista Carlos Santos está sentado frente al gran cola sin moverse mientras se escuchan las notas de la partitura Piano-Phase, de Steve Reich, en la cinta magnetofónica, junto al piano. Hay un silencio total en el público "selecto" que llena la sala para escuchar, con ese aire minoritario y trascendente de los asiduos filarmónicos ("esto no es para todo el mundo"), el concierto organizado por el Grupo ALEA que dirige Luis de Pablo. Tras la pieza de Reich, se anuncia en el programa Sequenza IV, de Luciano Berio y el estreno en España de Movil II, de Luis de Pablo, concierto para dos pianistas en un solo piano.
Mientras tanto, un grupo de "underground" barceloneses, que han llegado acompañando a Carlos Santos, provistos de cámaras cinematográficas, toman planos del pianista inmóvil. Hacia las ocho menos cuarto, tras quince minutos de incansable repetición del tema de cinco notas, sin variación alguna, Carlos Santos pone las manos en el teclado y repite una vez más:
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido - Re - Fa sostenido...
Retrasándose y adelantándose respecto de su propia interpretación en la cinta, que sigue tocando, el pianista inicia levísimas variaciones del tema, que, sin embargo, sigue repiqueteando, monótono, en los oídos del público.
Son las ocho. La gente empieza a moverse en los asientos. Los cámaras han encendido ahora las luces que enfocan la sala y filman los rostros inquisitivos de los asistentes.
- Vamos a salir en la tele -dice una señora.
- A este paso no habrá tiempo para el concierto de Luis Pablo -murmura un caballero.
El pianista francés, blanco y espiritual, asoma de cuando en cuando la cabeza por la puerta de los camerinos. Ha llegado de París en avión, ex profeso para este concierto, y se está dando cuenta de que no podrá tocar.
Las ocho y media. Carlos Santos lleva una hora en el escenario. La gente se impacienta. Algunos sacan un libro del bolsillo, otros dibujan en el reverso del programa. Frases a media voz: "¿Estará en trance?" "Yo creo que a las nueve terminará", "Pues a mí me parece que está decidido a quedarse hasta que le echen", "Je crains une réaction violente".
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido...
Una señora le dice a su acompañante: "Ofréceselo a Dios, María".
Se levanta en estas un muchacho del público y, colocándose al lado de Carlos Santos, empieza a aporrear las notas del piano. "¡Psicópata!", grita uno desde atrás. Se desvanece el sentido reverencial de la buena música. La gente se pone en pie, deambula por la sala. Algunos se marchan. No muchos. Quieren ver cómo termina aquello. Frases a voz en grito: "¡Un atentado! ¡Un verdadero atentado!". Cuando una anciana, confusa, abandona la sala, alguien le dice: "¿No le gusta a usted, señora?" (risas). Pequeño diálogo de centralistas: "¡Catalán tenía que ser el pianista!". "No es catalán, es de Castellón". "¡Pero!". Isabel Martínez, la secretaria de ALEA, va de un lado a otro de la sala, perdida: "¡Qué sofoco!". Un gamberro: "¿Quién se viene a tomar un vino?".
Las nueve.
Se han levantado dos muchachos para ir a aporrear a su vez el piano a ambos lados de Carlos Santos. "¡Qué vandalismo!", oigo decir. El pianista, es conveniente aclararlo, no improvisa nada. La pieza de Steve Reich es así, una pieza sin fin, aunque estaba previsto que se terminara con tiempo suficiente para que el pianista francés pudiera interpretar la Sequenza IV y ambos pianistas el concierto a cuatro manos, estreno en España, de Luis de Pablo.
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido...
Por fin, a la hora y tres cuartos, es decir, hacia las nueve y cuarto, se levanta un joven con barbita. Cruza la sala a grandes pasos en dirección al piano y cierra violentamente la tapa. Así termina el concierto. Un coro de contestatarios grita: "¡Bis, Bis!". Los cámaras "underground" filman la confusión de la sala. Luis de Pablo, descompuesto, en el pasillo de los camerinos, se encara con Carlos Santos, le afea la conducta. El Movil II del reputado compositor español se queda sin estrenar. El crítico Fernández Cid murmura: "Intolerable, intolerable". Entran los contestatarios musicales madrileños a felicitar al intérprete terrorista de Castellón. El pianista francés, blanco y espiritual, dice que no se marcha sin tocar la Sequenza. Luis de Pablo sale al escenario y pide al público que se quede un rato más. La pieza de música concreta suena a Chopin después de la Piano-Phase para un atentado, que golpeó los oídos de los asistentes durante casi dos horas en el salón de actos del Instituto Francés de Madrid:
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido - Re - Fa sostenido...
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Son las siete de la tarde del lunes 9 de marzo de 1970 en el salón de actos del Instituto Francés de Madrid. El pianista Carlos Santos está sentado frente al gran cola sin moverse mientras se escuchan las notas de la partitura Piano-Phase, de Steve Reich, en la cinta magnetofónica, junto al piano. Hay un silencio total en el público "selecto" que llena la sala para escuchar, con ese aire minoritario y trascendente de los asiduos filarmónicos ("esto no es para todo el mundo"), el concierto organizado por el Grupo ALEA que dirige Luis de Pablo. Tras la pieza de Reich, se anuncia en el programa Sequenza IV, de Luciano Berio y el estreno en España de Movil II, de Luis de Pablo, concierto para dos pianistas en un solo piano.
Mientras tanto, un grupo de "underground" barceloneses, que han llegado acompañando a Carlos Santos, provistos de cámaras cinematográficas, toman planos del pianista inmóvil. Hacia las ocho menos cuarto, tras quince minutos de incansable repetición del tema de cinco notas, sin variación alguna, Carlos Santos pone las manos en el teclado y repite una vez más:
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido - Re - Fa sostenido...
Retrasándose y adelantándose respecto de su propia interpretación en la cinta, que sigue tocando, el pianista inicia levísimas variaciones del tema, que, sin embargo, sigue repiqueteando, monótono, en los oídos del público.
Son las ocho. La gente empieza a moverse en los asientos. Los cámaras han encendido ahora las luces que enfocan la sala y filman los rostros inquisitivos de los asistentes.
- Vamos a salir en la tele -dice una señora.
- A este paso no habrá tiempo para el concierto de Luis Pablo -murmura un caballero.
El pianista francés, blanco y espiritual, asoma de cuando en cuando la cabeza por la puerta de los camerinos. Ha llegado de París en avión, ex profeso para este concierto, y se está dando cuenta de que no podrá tocar.
Las ocho y media. Carlos Santos lleva una hora en el escenario. La gente se impacienta. Algunos sacan un libro del bolsillo, otros dibujan en el reverso del programa. Frases a media voz: "¿Estará en trance?" "Yo creo que a las nueve terminará", "Pues a mí me parece que está decidido a quedarse hasta que le echen", "Je crains une réaction violente".
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido...
Una señora le dice a su acompañante: "Ofréceselo a Dios, María".
Se levanta en estas un muchacho del público y, colocándose al lado de Carlos Santos, empieza a aporrear las notas del piano. "¡Psicópata!", grita uno desde atrás. Se desvanece el sentido reverencial de la buena música. La gente se pone en pie, deambula por la sala. Algunos se marchan. No muchos. Quieren ver cómo termina aquello. Frases a voz en grito: "¡Un atentado! ¡Un verdadero atentado!". Cuando una anciana, confusa, abandona la sala, alguien le dice: "¿No le gusta a usted, señora?" (risas). Pequeño diálogo de centralistas: "¡Catalán tenía que ser el pianista!". "No es catalán, es de Castellón". "¡Pero!". Isabel Martínez, la secretaria de ALEA, va de un lado a otro de la sala, perdida: "¡Qué sofoco!". Un gamberro: "¿Quién se viene a tomar un vino?".
Las nueve.
Se han levantado dos muchachos para ir a aporrear a su vez el piano a ambos lados de Carlos Santos. "¡Qué vandalismo!", oigo decir. El pianista, es conveniente aclararlo, no improvisa nada. La pieza de Steve Reich es así, una pieza sin fin, aunque estaba previsto que se terminara con tiempo suficiente para que el pianista francés pudiera interpretar la Sequenza IV y ambos pianistas el concierto a cuatro manos, estreno en España, de Luis de Pablo.
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido...
Por fin, a la hora y tres cuartos, es decir, hacia las nueve y cuarto, se levanta un joven con barbita. Cruza la sala a grandes pasos en dirección al piano y cierra violentamente la tapa. Así termina el concierto. Un coro de contestatarios grita: "¡Bis, Bis!". Los cámaras "underground" filman la confusión de la sala. Luis de Pablo, descompuesto, en el pasillo de los camerinos, se encara con Carlos Santos, le afea la conducta. El Movil II del reputado compositor español se queda sin estrenar. El crítico Fernández Cid murmura: "Intolerable, intolerable". Entran los contestatarios musicales madrileños a felicitar al intérprete terrorista de Castellón. El pianista francés, blanco y espiritual, dice que no se marcha sin tocar la Sequenza. Luis de Pablo sale al escenario y pide al público que se quede un rato más. La pieza de música concreta suena a Chopin después de la Piano-Phase para un atentado, que golpeó los oídos de los asistentes durante casi dos horas en el salón de actos del Instituto Francés de Madrid:
Mi - Fa sostenido - Si - Do sostenido - Re - Fa sostenido...
3 comentaris:
El arte moderno es asì.
A veces, te dan ganas de entrar con un lanzallamas.
Un abrazo.
M'ha recordat la crònica que "el cronista de policiales" va fer de l'última òpera de J. S. Mastropiero. ;-)
Almenys també sembla que l'actuació va finalitzar "sin tener que lamentar víctimas ni daños materiales" :-DD
Molt bo, amb Santos com ab Miró Brossa, Tàpies o altres no saps si son genis o se'n foten del personal.
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